8 de cada 10 mujeres que trabajan en Latam tienen empleos de baja productividad
La Cepal advierte que mientras en América Latina pareciera casi obligatorio que las mujeres se encarguen del trabajo diario no remunerado, su integración laboral supondría un importante crecimiento de las economías.
La Secretaria Ejecutiva de la Cepal, Alicia Bárcenas, ha publicado un informe analizando la situación de las mujeres trabajadoras en América Latina y la necesidad de integrar más a las mujeres en los procesos productivos para un mejor futuro de la región. Dice la directiva que “América Latina y el Caribe es la única región del mundo donde, desde hace cuatro décadas y de manera ininterrumpida, los Estados se reúnen para debatir y comprometerse políticamente para erradicar la discriminación y la desigualdad de género y avanzar hacia la garantía del pleno ejercicio de la autonomía y los derechos humanos de las mujeres”.
Sin embargo, la situación no es fácil.Según los datos que maneja la entidad, en “América Latina y el Caribe, 78.1% de las mujeres que están ocupadas lo hacen en sectores definidos por la CEPAL como de baja productividad, lo que implica peores remuneraciones, menor contacto con las tecnologías y la innovación y en muchos casos empleos de baja calidad”. Recuerda el escrito que “en la desigualdad socioeconómica y la pobreza y en la necesaria transformación del modelo de desarrollo imperante hacia uno que incorpore nuevos patrones de producción y consumo sostenible, de redistribución de la riqueza, del ingreso y del tiempo.
Un asunto a tener en cuenta es que, mientras los países de la región han aumentado la proporción de mujeres en el mercado del trabajo, en los últimos 10 años la tasa de actividad femenina en la región se ha estancado en el entorno del 53%, denunciando un techo en la incorporación de las mujeres al trabajo remunerado.
En sus últimos estudios, la CEPAL ha demostrado que el aumento de la mano de obra femenina disponible e inserta en el mercado contribuiría a la reducción de la pobreza en la región con casos paradigmáticos como el de El Salvador donde la pobreza se podría reducir hasta 12 puntos porcentuales de contar con ingresos laborales para las mujeres, de acuerdo con las palabras de Bárcenas.
Para entender las barreras a las que se ven enfrentadas las mujeres es fundamental analizar dos dimensiones centrales de la autonomía económica. Por un lado, el acceso a recursos monetarios propios y por otro, la dimensión del uso del tiempo. Otro asunto es que el 26% de las mujeres mayores de 15 años de edad reciben menos de un salario mínimo resultando que más de la mitad de las mujeres de la región no tengan ingresos propios o reciban sumas mínimas que imposibilitan una verdadera autonomía económica.
A pesar de no contar con trabajo remunerado, “se ha demostrado que las mujeres en todos los países de la región tienen una carga total de trabajo sistemáticamente mayor a la de los hombres. La tradicional división sexual del trabajo, muy presente en la región, asigna el trabajo no remunerado principalmente a las mujeres y lo hace una responsabilidad casi exclusiva de ellas. Esto constituye una de las principales barreras para incorporarse al mercado laboral y acceder al desarrollo personal y profesional”.
Junto a los indicadores de uso del tiempo, la valorización monetaria de todo el volumen de trabajo doméstico y de cuidados no remunerados que se realiza en los hogares y su inclusión en las cuentas nacionales mediante una cuenta satélite de trabajo no remunerado han sido potentes herramientas para visibilizar el aporte de las mujeres a la economía de los países: las estimaciones indican que este valor representó el 24.2% del PBI de México en 2014, el 20.4% del PIB de Colombia en 2012 y el 18.8% del PIB de Guatemala en 2014. Para Ecuador su cuenta satélite estima que el valor del trabajo no remunerado representa el 15.2% del PBI del año 2012.