El encuentro también contó con la participación de la Presidenta de Chile, Michelle Bachelet, y de ministros de su Gobierno, funcionarios de organismos internacionales y representantes del sector privado.
De acuerdo con Alicia Bárcena, “la inclusión social y el dinamismo económico no deben estar reñidos, y la innovación puede ser un eslabón clave. Pero de nada servirá que llegue solo a la capa más rica, necesitamos que llegue a todos”. La ejecutiva ahondó en las sinergias entre la política industrial, la innovación y el sistema laboral.
Según señaló, América Latina solo invierte cerca de 0,8 % de su producto interno bruto (PIB) anual en investigación y desarrollo (I+D), y la mayoría de esos recursos proceden del sector público, mientras que en la Unión Europea (UE) esa tasa asciende a casi 2 %, con una participación muy importante del sector empresarial a través de alianzas público-privadas, tal y como indican las fuentes de la CEPAL.
En este contexto, la máxima representante de la CEPAL abogó por impulsar una política industrial que no esté necesariamente basada en las manufacturas, sino también en la economía digital, y que permita así diversificar el patrón exportador, muy dependiente de las materias primas, que en 2013 representaron 41,3 % de los envíos de la región al exterior.
Alicia Bárcena agregó que para ello la región debe pasar de las ventajas comparativas estáticas, que se basan en la disponibilidad de materias primas y bajos costos de los factores de producción, a las dinámicas, vinculadas a la diversificación productiva y al conocimiento y las nuevas tecnologías.
“La inclusión social debe hacerse desde el sistema laboral con mayor productividad. No basta con políticas sociales”, subrayó Alicia Bárcena, quien remarcó que la CEPAL propugna un acuerdo entre el Estado, el mercado y la sociedad para promover un cambio estructural para la igualdad.
Según cifras de 2009 para 18 países de América Latina, el estrato empresarial más productivo genera dos terceras partes del PIB regional (66,9 %), pero solo 19,8 % del empleo, mientras que los menos productivos emplean al 50 % de los trabajadores y generan 10 % del PIB. Esta disparidad en el aporte de cada sector al producto y al empleo se traduce en una distribución también muy desigual en los ingresos de los trabajadores.