Muchas enfermedades humanas, como cáncer o Parkinson surgen de alteraciones en nuestro material genético o en las proteínas que producen nuestras células, por lo que algunas compañías farmacéuticas y redes de científicos están interesados en crear nanomedicamentos para aliviarlas, ya que estos últimos pueden interaccionar con proteínas e incluso bacterias y hasta algunos virus, ya sea para detectarlos, repararlos en el caso de las proteínas, o destruirlos, en el de los agentes patógenos.
Sin embargo, aunque existen en el país alrededor de 20 empresas de nanotecnología, sólo pocas de ellas desarrollan proyectos para producir aplicaciones médicas de este tipo, enfrentando al menos ocho retos principales para incursionar en esta industria: Evaluación de riesgos, seguridad y efectividad; costos, regulación, aseguramiento de calidad, educación y recursos humanos, fomento, derechos humanos, propiedad intelectual y consideraciones éticas.
Y es que los nanomedicamentos requieren de índices de calidad altos pues muchas de las propiedades de las nanopartículas son dependientes y sensibles al tamaño o la pureza, por lo que una pequeña variación podría ocasionar diferencias importantes en su efectividad clínica. Asimismo, su elaboración implica un gran reto debido a la amplia diversidad en materiales con propiedades, métodos de producción y aplicaciones diferentes.
Actualmente, los costos iniciales de esta tecnología son altos debido al financiamiento requerido para apoyar la investigación básica necesaria para su desarrollo, el escalamiento a producción industrial, registro de patentes y estudios requeridos para su introducción y distribución. Pero las políticas públicas podrían promover el acceso a los nanomedicamentos para la población en general, especialmente la de escasos recursos. Se espera que para 2021 su valor en el mercado sea de 136 mil millones de dólares.
Los datos
De acuerdo con un reporte de la Oficina de Información Científica y Tecnológica para el Congreso de la Unión (INCyTU) para desarrollar la nanomedicina en el país, será importante la participación de las universidades y centros de investigación, que deberán sumar esfuerzos con empresas y asociaciones civiles para generar programas que lleven los productos de la investigación a la práctica clínica, para lo cual se requiere el desarrollo de un marco jurídico adecuado, tal como ya ocurre en países como Estados Unidos, Israel, Alemania, Canadá, Australia y Reino Unido.
También, es necesario apoyar el desarrollo de planes de estudios que propicien la participación de jóvenes y la formación de suficientes recursos humanos calificados, especialmente para abordar las problemáticas del contexto mexicano pues, por el momento, las personas que participan en la incipiente industria fueron formadas en áreas relacionadas como física, química, biomedicina y otras, pero no existe ningún programa de educación en México que ofrezca preparación enfocada y especializada en esta área.
Es importante advertir que la regulación no inhiba la innovación ya que la nanomedicina puede traer beneficios en la calidad de vida, salud y en la expectativa de vida.
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