1973-2012: La evolución del teléfono móvil

La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) calcula que, a estas alturas, la penetración de la telefonía móvil a nivel mundial está a punto de alcanzar al 87% de la población. ¿Y en España? Los datos no desentonan. El último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre equipamiento y uso de tecnologías de la información y comunicación sitúa en más del 95% la presencia de este tipo de dispositivos en todo el país. Una cifra que supera con creces a la de la telefonía fija (80,6%) y que supone un crecimiento de 30 puntos porcentuales durante la última década, cuando se había alcanzado a poco más de la mitad de los hogares. Es más, dos de cada diez familias españolas disponen única y exclusivamente de celular en su lugar de residencia.

Y la cosa no tiene trazas de retroceder. Observando la popularidad de los móviles por tramos de edad se evidencia que las nuevas generaciones vienen pisando fuerte. En nuestro país, el 65% de los niños de entre 8 y 12 años ya poseen su propio teléfono y casi el 38% de los menores de 13 años se decanta por uno de tipo smartphone con conexión a Internet frente a los terminales con funcionalidades más básicas, según un estudio publicado por comScore y Nielsen. Por lo que es de esperar que las cuotas de mercado sufran un incremento notable durante los próximos tiempos y el teléfono móvil se consolide como uno de los iconos tecnológicos del siglo XXI.

El origen: Motorola DynaTAC 8000x

¿Pero cómo comenzó todo? Las raíces de la telefonía móvil se encuentran en los albores de la Segunda Guerra Mundial, cuando la compañía estadounidense Motorola lanzaba al mercado su primer modelo de Handie Talkie para facilitar la comunicación a distancia entre las tropas militares. Este equipo basaba su transmisión en las infraestructuras de ondas de radio que, por aquel entonces, no superaban los 600 kHz. Aún así la revolución que se desencadenó fue extraordinaria. En la década de los 50 y los 60, por ejemplo, esta tecnología derivó en la comercialización de una gran variedad de aparatos bautizados como walkie-talkies, que se utilizaban principalmente entre policías, bomberos, ambulancias y demás servicios de emergencia.

Aunque el primer precursor propiamente dicho no llegaría hasta 1973, año en el que Martin Cooper, director corporativo de Investigación y Desarrollo de la compañía ahora en manos de Google, inventó el Motorola DynaTAC 8000x. Este abuelo del teléfono móvil moderno medía exactamente 33 centímetros de largo, pesaba casi 800 gramos y lucía un diseño poco estético, pero logró convertirse en el objeto de deseo de las altas esferas sociales o de aquellos que podían costear sus 3.995 dólares de precio. Entre sus especificaciones, contaba con una memoria capaz de almacenar 30 números de teléfonos, prometía autonomía de una hora en conversación (8 en modo “standby”) y funcionaba de manera analógica.

Esto en cuanto a diseño. Porque los sistemas comerciales debutaron en la ciudad japonesa de Tokio un lustro después, en 1979, de la mano de NTT. Y los ingenieros de Escandinavia se pusieron las pilas para sumar al Viejo Continente a este mar de innovaciones, introduciendo en 1981 un sistema similar al extendido Advanced Mobile Phone System. En plena época del 1G, las conexiones que se establecían tenían un denominador común: eran un tanto precarias, se limitaban al componente de la voz y la transferencia estaba plagada de imprecisiones. Y los terminales destacaban por su grosor, especialmente el primer teléfono portátil de Nokia, el Mobira Senator (1982), que rondaba los 10 kilos.

Segunda generación: Digitalizando las comunicaciones

Para poner coto a la mayoría de estas limitaciones, se comenzaron a digitalizar las comunicaciones y a flexibilizar recursos. Por una parte, las operadoras pasaron a transmitir varias conversaciones de manera simultánea, incrementando el número de usuarios que podían usar su  red en un momento dado; y, por la otra, se aumentó el nivel de sofisticación de la seguridad, se mejoró la calidad de la voz, se añadieron servicios complementarios como el SMS y se simplificó la construcción de terminales. Fue en los 90, década en la que nacieron varios estándares como el GMS, el D-AMPS o el PDC. Y en la que también vieron la luz modelos como el Simon Personal Communicator (1993) patrocinado por IBM y BellSouth, que juntaba en un mismo paquete funciones de teléfono, calculadora, libreta de direcciones, correo y fax, o el Motorola StarTAC (1996), que dejó a un lado las especificaciones de gran calibre para mimar el aspecto exterior con un diseño ligero tipo “shell”.

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Mónica Tilves

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