La Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT) calcula que, a estas alturas, la penetración de la telefonía móvil a nivel mundial está a punto de alcanzar al 87% de la población. ¿Y en España? Los datos no desentonan. El último informe del Instituto Nacional de Estadística (INE) sobre equipamiento y uso de tecnologías de la información y comunicación sitúa en más del 95% la presencia de este tipo de dispositivos en todo el país. Una cifra que supera con creces a la de la telefonía fija (80,6%) y que supone un crecimiento de 30 puntos porcentuales durante la última década, cuando se había alcanzado a poco más de la mitad de los hogares. Es más, dos de cada diez familias españolas disponen única y exclusivamente de celular en su lugar de residencia.
El origen: Motorola DynaTAC 8000x
¿Pero cómo comenzó todo? Las raíces de la telefonía móvil se encuentran en los albores de la Segunda Guerra Mundial, cuando la compañía estadounidense Motorola lanzaba al mercado su primer modelo de Handie Talkie para facilitar la comunicación a distancia entre las tropas militares. Este equipo basaba su transmisión en las infraestructuras de ondas de radio que, por aquel entonces, no superaban los 600 kHz. Aún así la revolución que se desencadenó fue extraordinaria. En la década de los 50 y los 60, por ejemplo, esta tecnología derivó en la comercialización de una gran variedad de aparatos bautizados como walkie-talkies, que se utilizaban principalmente entre policías, bomberos, ambulancias y demás servicios de emergencia.
Esto en cuanto a diseño. Porque los sistemas comerciales debutaron en la ciudad japonesa de Tokio un lustro después, en 1979, de la mano de NTT. Y los ingenieros de Escandinavia se pusieron las pilas para sumar al Viejo Continente a este mar de innovaciones, introduciendo en 1981 un sistema similar al extendido Advanced Mobile Phone System. En plena época del 1G, las conexiones que se establecían tenían un denominador común: eran un tanto precarias, se limitaban al componente de la voz y la transferencia estaba plagada de imprecisiones. Y los terminales destacaban por su grosor, especialmente el primer teléfono portátil de Nokia, el Mobira Senator (1982), que rondaba los 10 kilos.
Segunda generación: Digitalizando las comunicaciones
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